06 abril 2006

Cuento


La venganza de la caja de chocolates


Cuando desperté, la caja de chocolates seguía ahí... atenta a cualquier movimiento que se apoderara de mis impulsos.


- Juro que no volveré a comer un solo chocolate en toda mi vida, pero debo acabar con el último.


Intenté levantarme de la cama pero fue imposible, no podía siquiera enderezarme. Mis dedos aún guardaban la evidencia, deseaba chuparlos pero no podía permitirme ese lujo hasta terminar con el último chocolate de la caja.


- Estoy segura de que puede escuchar mi respiración, lo percibo, nuestros corazones palpitan con la deliciosa paciencia con la que un lobo espera a su presa; tal vez no reconozca quién es el cazador, pero estoy dispuesta a meterme entre sus garras.


Después de agotadores esfuerzos me incorporé, miré atentamente la caja envuelta con papel lustre verde, blanco y rojo con su estúpida tarjetita “Para mi niña adorada Feliz Día de la Independencia”.
- A quién puede ocurrírsele...


El último chocolate lucía seductor, atractivo, irresistible…


- Detesto a mi hermana, la odio tanto como odio la náusea que me produce este pecado.


Me olvidé de todo, desde la ira que dominaba mis instintos hasta las pesadillas que me producía comer este delicioso néctar. Tomé el chocolate, le di la primera mordida, mi cuerpo no lo resistía, sentí desfallecer. De pronto, escuché desde la habitación contigua.


- ¡Regina! Has visto mi caja de chocolates.


Suspiré pesadamente.


- La venganza se ha consumado.

2 comentarios:

Falma Telemna dijo...

Primo, me gustó mucho el cuento, como toda obra literario siempre es suceptible de mejoras,pero está muy chido.
¡Pulgares arriba!

Anónimo dijo...

El pecado de lo prohibido siempre le imprimirá un plus a la venganza.