02 mayo 2006

Lai

Agonía del prisionero


Encadenado en la torre oscura, deseo ardientemente recuperar mi libertad encarcelada. El mago me aprisiona en su palacio; juega a ser dios y a ser mi dueño.

Lucho incansable para romper las cadenas que ensangrientan mis muñecas y dejan llagas de impotencia fatigada.

El gran cuervo negro me custodia con penetrante mirada y su aterrador graznido atormenta mis desesperados oídos.

Mi grito frustrado se ahoga en el inmenso vacío sin eco del espacio que me oculta, lucho contra mi voluntad acongojada que no acepta no volver a ver mi amada. Porque estoy en el infierno que es mi sufrimiento de no poder amarla. Un demonio interno me quema y exhibe mi debilidad bañando mis ojos de lágrimas amargas.

Prolongada agonía eterna mientras el tiempo y la vida pasan y yo envejezco en la torre maldita. El hechicero no conforme con la humillación sufrida, manda a la deidad de los ojos de lechuza a presumir mi libertad robada, para que no tenga fin mi abrumador castigo.

Sin memoria no hay recuerdo, mas la imagino feliz corriendo en los verdes campos o apenada llorándome deshecha en llanto, y ese es mi peor tormento. Soy esclavo del destino y sujeto a la soberbia del mago indigno, que mandará al gran cuervo negro a custodiarme eternamente.

1 comentario:

Falma Telemna dijo...

Siempre el primer paso para salir de un encierro es darnos cuenta de que estamos encerrados, pero ¿cuantas veces el malvado mago que nos tiene encerrados, no lleva nuestro mismo nombre y apellido?, ¿cuantas veces no es más que nuestro afán de no salir de nosotros mismos?
Yo considero que nuestro crecimiento como hijos de la luz radica justamente en vecer a nuestro mayor enemigo que no es más que nosotros mismos.