Olas de plata Elenar. Las estrellas brillaban en lo alto como serafines de mármol que festejan sus bodas de plata; imprimías tus pies descalzos en la suave arena y el agua los cubría con un manto cristalino. ¿Por qué no previniste el tiempo? Te habría podido acompañar en la muerte. Sentiste el peso de los meses sin gemir el dolor de tus entrañas; no deseabas con tu canto interrumpir el arrullo del mar y ahogaste en el silencio la alegría de tus sentidos. ¿Por qué no te acompañé a la playa? Te habría podido asistir y llevar a casa. Elenar. La arena se llenó de tu sangre a la media noche, arrastrada por las olas mar adentro; abandonaste el mundo dando a luz a una niña, con un festín de bodas celebrándose en el cielo. ¿Por qué no gritaste al unísono? Me habría podido llevar tu último aliento. Expiraste cuando la niña salió de tu vientre, perpleja, con la cara al cielo; la luz y la oscuridad, la quietud y el rugido del mar esperaban pacientes el tiempo en que acaecería su nacimiento. ¿Por qué no desapareció entre las aguas? La habrían podido arrastrar hacia la tumba. Las olas bañaron sus ensangrentados pies bautizándola en tristeza y júbilo; jamás sintió a su madre detrás, pero los serafines se compadecieron de ellas y realizaron un milagro. ¿Por qué las olas no se la llevaron? Quizá Dios la quiso poner en sus manos. Falma Telemna. Ola de plata. Así te bautizaron los ángeles que se apiadaron de ti, porque celebraban sus bodas de plata y las olas no te llevaron al fin. Perdona a tu viejo padre que no ha sabido cuidarte así. |
11 septiembre 2006
Fragmento
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