30 enero 2009
Poetas y amores imposibles II
La princesa lejana
Ya cuando los días se alargan en mayo
dulces son los cantos del pájaro en lejanía,
y si luego, fuera de allí, emprendo viaje
me acuerdo nuevamente de un amor lejano.
De deseo ando triste y apocado
tanto que canto o flor de espino blanco
no me son más gratos que el gélido invierno.
Ya no tendré más de amor beneficio
si no gozaré de este amor lejano;
bella o mejor hallar no sé cómo
en ningún lugar próximo o lejano.
Tanto es su valor cierto y cortés
que yo allá abajo en el reino sarraceno
iría por ella cautivo encadenado.
Triste y feliz pruebo cosas nuevas
por tal de ver este amor lejano
mas no sé cuándo de ella veré un rayo,
¡nuestras tierras están tan alejadas!
¡Cuántos puertos! Y es largo el camino,
por eso saber no puedo mi destino:
lo que Dios quiera que me sea dado.
Alegría si tendré coraje de pedirle
por compasión refugio de lejos;
y si ella quiere echaré el ancla,
junto a ella, por más que alejado.
Será en ese momento nuestro encuentro cortés,
cuando el amante lejano está cercano,
de bien hablar en alegría consolado.
Yo sé que Dios habló un lenguaje cierto,
por eso veré el amor mío lejano;
lo espero como un hermoso espejismo,
aunque se derivan dos males, tan lejana está.
¡Ah! Si estuviera allí como un peregrino
y el bordón con el sayo de cerca
sus bonitos ojos me mirarán de nuevo.
Dios hizo el mundo que es un largo pasaje
y creó este amor de lejos;
consienta al corazón, que tengo buen linaje,
que vea pronto a este amor de lejos:
aunque ciertamente en lugar apto y cortés
de modo que entonces la estancia y el jardín
sean siempre para mí un palacio ornado.
Es cierto, mi deseo es salvaje,
estoy ávido de amor de lejos,
de este gozo solo soy rehén,
deseo el placer del amor lejano.
Pero mi viña no produce vino,
pues me hechizó en tal manera mi padrino
que, al cabo, yo amo y no me aman.
Pero mi viña no produce vino,
pues me hechizó en tal manera mi padrino
que, al cabo, yo amo y no me aman.
Jaufré Rudel (siglo XII)
Canciones
28 enero 2009
Poetas y amores imposibles I
Jaufré Rudel
Jaufré Rudel de Blaye era un hombre muy noble, príncipe de Blaye.
Y se enamoró de la condesa de Trípoli, sin haberla visto nunca, por lo bien que de ella había oído hablar a los peregrinos que regresaban de Antioquía.
Y sobre ella compuso muchos versos con buenas melodías, aunque con palabras mediocres.
Y por deseo de verla se hizo cruzado y se hizo a la mar, y en el barco contrajo una enfermedad, y fue conducido a Trípoli, a un albergue, y fue dado por muerto.
Y se hizo saber a la condesa y ella acudió a su lado, junto a su cabecera y lo tomó entre sus brazos.
Y él se dio cuenta de que se trataba de la condesa y de golpe recuperó el oído y el olfato y se puso a alabar a Dios por haberle concedido vivir hasta verla; y así murió entre sus brazos.
Y ella lo mandó sepultar con gran pompa en la casa del Templo; y luego, aquel día, se hizo monja por el dolor que sentía por su muerte.
Desconocido
Jaufré Rudel de Blaye (siglo XII)
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