21 junio 2006

Lai

A través del bien y el mal


Los grandes árboles imponen con su presencia, la niebla espesa esconde en su raíz el desconcertante misterio de una vida, el viento helado golpea mi rostro acariciándolo libremente.

Levanto los brazos recibiendo la lluvia excitada; en mi alma despiertan una tranquilidad y una alegría nunca antes sentidas. Encuentro una roca a través de la neblina y me recuesto a contemplar la belleza del viejo bosque…Abro los ojos, escucho lejanas cascadas, la lluvia que continúa cayendo y la felicidad de los árboles bañados.

Me incorporo, camino sin rumbo siguiendo sólo el sentimiento de mis inspiradas emociones. Miro al cielo desde donde asoma el gran astro como un fantasma entre la blanca nube que me cubre con su manto; es la primera vez que observo el Sol sin lastimar mis ojos…

Continúo mi alegre marcha y veo la vaga sombra de un hombre; lo llamo gritando mas invisible escapa en el anonimato.

Corro tras él pero la niebla me cierra el paso hasta ocultarme por completo...Todo es oscuridad ahora, ya no estoy más en el hermoso bosque sino en una ciudad iluminada por la pálida luz de los faroles que trazan la calle, sólo la neblina conserva la esencia de aquel sueño.

Miro al hombre caer en el negro asfalto, aproximándome le escucho murmurar que el descanso sin estudio es para los vivos muerte y sepultura, y que la necedad sufre por hastío de sí misma.

La neblina comenzó a dispersarse, observé con detalle los rasgos de su noble rostro, lloraba, y en su agónica muerte comprendí que tenía mi rostro... era yo quien estaba frente a mí... era yo, pero más allá de mí.

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