Los filósofos también pueden ser ricos

En el número IV del Libro I de la “Política”, Aristóteles comenta una anécdota donde justifica que en la Grecia de su tiempo un filósofo podía enriquecerse si quería, pero que ese no era el fin que perseguía.

“Cuéntase, que como la gente le vituperaba [a Tales de Mileto] su pobreza, y dijeran ser causa de ella la inutilidad de la filosofía, pudo preveer desde el invierno, por sus conocimientos de astronomía, que había de haber, en el verano siguiente, una abundante cosecha de olivos; y con el poco dinero de que pudo disponer, otorgó fianza para poder asegurarse todos los molinos de aceite en Mileto y Quíos mediante un módico alquiler, ya que nadie hacía una oferta mayor. Cuando lllegó la estación, y al acudir una multitud en demanda apremiante y simultánea de molinos, los subarrendó en los términos que le pareció, allegando mucho dinero y demostrando así que para los filósofos es cosa fácil el enriquecerse cuando quieran, pero que no es éste el blanco de su afán. De este modo, dícese, acreditó Tales su sabiduría”.