Texto sacado de:
de Saint-Exupéry, Consuelo. Memorias de la rosa. Ediciones B. Memorama. España. 2000. p. 59
“¡Ah! Vamos a hacer de ti un buen esclavo, eres fuerte nos gustas!”. Lo meten en un agujero durante algunos días, una hora cada día, y sólo lo sacan del agujero para meter en su lugar a otro esclavo y para azotarlo con una vara…, sólo por desarmarlo. Le dan un vaso de agua y vuelven a meterlo de pie en el agujero, con un fardo en la cabeza. Pasada una luna, hacen una ceremonia. Lo sacan del agujero, esta vez sin azotes, le dan ropa limpia, lo dejan dormir junto a una bella esclava que le da masajes, y todo el mundo es su amigo. A él le toca entonces portarse como un esclavo bueno y fiel. Si se escapa, como todos esperan, lo atrapan de nuevo y le dan el mismo tratamiento en otra tribu. Después de tres o cuatro veces, el hombre más endurecido llega a convertirse en un esclavo verdaderamente bueno. Si es joven, tomará por amante a la esposa de su señor, y envenenará el agua para huir con ella a otra tribu…
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